Súbito Amor

Lo miraba con tantas ganas de que me amara que cada vez que sus ojos se postraban en mí lo sentía más lejos, intenté ignorarlo, pero su cabello chino se movía con el viento y con él mis sentimientos, intenté no dirigir palabra, pero cada vez que hablaba yo comía sus labios con miel, a veces los tomaba con cerveza y otras veces estaban en mi sexo. De igual manera intenté no escribirle, pero sus letras encajaban perfecto con mí absurda vida, con mis tropiezos, con cada escalada y con mis sentimientos de niña poco amada; sabía qué hacer, pero no estaba segura, sentía que para él yo era lo que jamás querría tener a su lado, pero aun así los dos nos seguíamos mirando.
Pasó poco tiempo y fue justo en un callejón donde entre sus brazos me atrapó, sin saber por qué en un desliz de rosas me encontré abajo, arriba, de espaldas y nuevamente abajo de él, todo pasó tan rápido.. Y  eso fue lo peor.
Poco a poco su mirada se alejó de mis ojos, de mis labios, de mis pechos y mis caderas, y se clavaba en otro mar de sueños tambaleantes y fugaces; lo entendí, no era para mí. Me sentía absurda, traicionada, violada, estúpida y aun así seguía pensando en él, aun así recordaba su piel, aun así lo seguía queriendo.
La vida siguió arrasando con las calles no pavimentadas, los edificios viejos, con mis manos, mi cabello y aquella figura esbelta y maquillada que solía tener, todo acababa, pero mi historia entre él y yo tenía un último episodio que debía concluir.
Fue en avenida reforma, justo enfrente de la Diana, donde por azares del destino nos volvimos a encontrar, aquel galán con chinos, alto y con una sonrisa brillante ya no era el de antes, me acerqué a él y por poco no me reconoció, de no haber sido por el recuerdo vago de nuestras miradas cafés, esas que a momentos eran querer y en otras eran distancia.
Su cabello tenía basura de arbustos, su aliento era alcohólico, su ropa olía a orina de gato y su piel, su piel era un desierto agrietado y áspero, lo poco que quedaba de él era su mirada, en ese momento sobria, pero perdida.
En seguida me recordó y tomó un porte de jirafa moribunda y hambrienta, quizá sólo para aparentar estar bien y no me causara lástima; lo invité a comer, se negó, lo invité por un café, se negó, lo invité por una cerveza, se negó, siempre con cortesía. En uno de mis súbitos parpadeos su cara  cambio, parecía enojado, a punto de  gritar o salir corriendo.
—¡Eres a la chica que nunca olvidé, a la que tenía miedo de amar y herir, por eso me alejé después de aquella vez en la que estuvimos piel con piel, tomo para olvidar que te abandoné, que elegí una tras otra sólo por pavor a no saber qué hacer cuando me amarás!
Su voz con tono fuerte se quebraba, pero no dudó ni un segundo en lo que me decía.
—Quiero estar contigo—. Fue la última frase que escuché antes de darle una bofetada y contestarle. — ¡Lo único que tenías que hacer cuándo te amara era amarme también! y no salir corriendo a cogerte a otras mujeres cabrón.
Después de eso me alejé, lo único que sabía es que había hecho bien; ahora que sabía la verdad del por qué no me había amado no volvería a ese lugar, no volvería a pesar en él, no volverían aquellos días y no volvería mi cariño, ya casi perdido y seco hasta que lo volví a ver.
Alier Shine.
13/10/17
12:03am a 01:12am 
¡Gracias por leer!
Está es una de las primeras historias cortas que escribo.

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